Mi Chico era un fugista.
Yo tenía 9 años cuando nos conocimos, así que le disfrazaba con la
ropa del Nenuco y le daba un chupete para jugar que le quedaba
perfecto como accesorio. Entonces, abría la puerta de mi habitación
y, como estaba más que harto de mí, bajaba pitando las escaleras de
la casa vestidito de muñeco y con su chupete en la boca. Nos
partíamos de risa. ¿Qué por qué se escapaba de casa cuando tenía
la oportunidad? No tenemos ni idea, le dio por ahí un día cuando
estábamos en el pantano de San Juan y así hasta que se murió con
13 años tras un ictus que le dejó sin apenas movilidad en las
patitas de atrás. Cuando yo volvía a casa tras meses fuera en la
universidad, me esperaba en un rinconcito que le encantaba porque
veía toda la casa y movía el rabo como un loco mientras yo gritaba:
“Chico, Chico, ¿dónde está mi perrito guapo?”. Eso
sí, durante 13 años marcó la casa dónde y cuándo quiso, se retozó
en el huequito de arena que pillaba en cuanto salía de darse una
buena nadada en la piscina y el aliento se le hizo insostenibe. Que
marranillo que era.
No hay comentarios:
Publicar un comentario